La convivencia entre los voluntarios de la Fundación Ada Vuela Libre y los residentes del Albergue Ayudando a una Esperanza de Vida AC. fue una experiencia llena de calidez, risas y momentos conmovedores. Desde el primer momento, fuimos recibidos con sonrisas y abrazos que rompieron cualquier barrera generacional. La jornada comenzó con juegos simples pero llenos de significado: lotería, dominó y cartas, donde las risas no tardaron en llenar el ambiente. Compartimos más que fichas o cartas, compartieron historias de vida, anécdotas de juventud y sabiduría acumulada con los años.
Cada conversación se sentía como un puente entre el pasado y el presente. Mientras unos hablaban de cómo era la vida antes, sin la tecnología de hoy en día, los voluntarios respondían con curiosidad y admiración, comprendiendo el valor de esas experiencias. Los residentes, por su parte, disfrutaban de la energía y entusiasmo juvenil que los voluntarios traían consigo, recordándoles tiempos de vitalidad y dinamismo.
Con el paso de las horas, la conexión entre ambos grupos se hizo más fuerte. Entre juegos y charlas, surgieron abrazos, bromas y, en algunos casos, una complicidad inesperada. Los voluntarios aprendieron a escuchar con atención, a valorar el tiempo y a encontrar belleza en la simplicidad de un día compartido. Los ancianos, por su parte, encontraron en esta visita un respiro de la rutina diaria, una inyección de vida y alegría que les recordó que aún tienen mucho por compartir.
La convivencia concluyó con un sentimiento profundo de gratitud mutua. Nos despedimos sabiendo que no solo habíamos regalado tiempo, sino que llevábamos con nosotros recuerdos imborrables y lecciones de vida.